Haiku nº 2
Clasificar haikus no responde a un prurito de profesionalidad; es un modo legítimo de internarnos en sus entresijos y hacernos confidentes de sus secretos. Y, a través de estos secretos del haiku, llegar a vernos a nosotros mismos como en un espejo.
Podríamos pensar legítimamente que este haiku de Senna es cómico. Efectivamente, no deja de tener algo de divertido la escena. La comicidad del haiku reside en que el niño en cuestión no se ha dado cuenta de que ha chupado el pincel cuando ya tenía tinta. Los pinceles se "afinan" antes, no después, de escribir con ellos. Pero a veces un haiku no es como lo concibió su autor, sino como realmente llega a ser. Pasa un poco como con la fotografía. En ocasiones, un fotógrafo quiere captar algo en su cámara y, sin darse cuenta, capta algo más, algo que da un carácter completamente distinto a esa instantánea. Tampoco es un haiku descriptivo, porque en él se nos transmite algo de la naturaleza real de los seres: un asombro por la inocencia de la infancia.
Recapitulemos: estamos ante un haiku que habla de un niño en una terraza de madera tomando el fresco, descansando del afanoso arte de aprender a escribir, con una mancha de tinta en los labios. Esa mancha es la prueba de que estaba tan concentrado tratando de hacer lo mejor posible lo que se le encomendó, que llegó a ausentarse de sí mismo, y no se dio cuenta de que el pincel que estaba chupando ya tenía tinta. Y ahí sigue el niño, sin limpiarse los labios, sin darse cuenta, porque la tinta no le supo a nada, y porque nadie acaba de decirle que tiene los labios manchados. Ni siquiera el poeta que lo ve. Un niño ausente tomando el fresco con los labios manchados de tinta desborda las estrechas dimensiones de un haiku cómico. Cuando Blyth lo tradujo al ingles añadió el siguiente comentario: "En esa mancha puede verse toda la niñez (childishness) de la infancia (childhood)". Así es. Este haiku nos trae en 17 sílabas una imagen de la inocencia, de la naturalidad, de la indefensión.
Efectivamente, aunque fuera concebido como un haiku cómico, es de facto un haiku de lo sagrado. Muy difícil, además, porque normalmente el haiku de lo sagrado excluye "el mundo humano" [lo que en la clasificación tradicional se llaman jinji]; sólo excepcionalmente el haiku de lo sagrado no habla de la Naturaleza, o, dicho de otra forma, únicamente como excepción el haiku de lo sagrado acepta al ser humano dentro de la Naturaleza.
Vicente Haya
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