Haiku nº 6. Autora: Chiyo-jo
川ばかり闇はながれて蛍かな
kawa bakari
yami wa nagarete
hotaru kana
  Simplemente un río:
oscuridad que fluye
entre luciérnagas
Desde el punto de vista gramatical, este haiku es completamente mágico: hay un solo verbo ("fluir") y hay dos sujetos razonables para ese verbo, dos criaturas que podrían fluir ("el río" y "las luciérnagas"), y sin embargo el poeta elije el sujeto imposible ("la oscuridad"), y -por si cupiera duda- le aplica la partícula wa, como si dijera "no sé si otra cosa fluye, pero desde luego que la oscuridad está fluyendo".
El río se ha vuelto oscuridad y las luciérnagas nos informan del milagro. El río es la negrura de fondo de las luciérnagas. Hay sonido de agua que discurre, pero no se dice. Hay frescor en el ambiente, pero no se dice. Sólo luciérnagas que nos hacen saber que, si están, es porque hay aguas cristalinas que sobrevolar. Lo que fluye es puro y convoca a su alrededor. Las luciérnagas han venido por esas aguas cristalinas, y ellas -a cambio- han desaparecido a nuestra vista para mostrar sólo puntos de luz arremolinados. Dos seres se encuentran en la oscuridad. Dos fluyentes distintos, cada uno con su modo propio de discurrir: el fluir del río, cuyo curso invisible adivinamos cauce abajo; y el fluir caótico -que no va hacia ninguna parte, que no se mueve del lugar- de las luciérnagas que con su vuelo fijan el río al cauce. Las luciérnagas son minúsculas estrellas que clavan en su lugar a un río que fluye incesantemente y que querría siempre irse por completo del paisaje.
Vicente Haya