El haiku está en el aire, como una mariposa o un rayo de luz, esperando que lo atrapemos. Podemos decir, con una frase hecha, que "flota en el ambiente", y sólo requiere de nosotros una sensibilidad a flor de piel para captarlo. El poeta japonés Kyoshi lo supo ver así, en clave de haiku:

Pide aquí el poeta japonés sensibilidad para "saber ver" el misterio de la naturaleza, y también para ponerse a escribir haiku, que de otra forma quedaría inédito y revoloteando en las ondas etéreas.

¿Cómo captar la onda del haiku? Hemos pensado que en el arco iris.

El arco iris nos habla a la vez de lluvia y de tiempo soleado, ya que sin estos dos elementos simultáneos no se produce. El arco iris realza y alegra al paisaje, pero no sería nada sin éste. Diríamos que aviva los colores, porque es él mismo una gama vibrante de color, fruto de la riqueza que alberga el blanco lumínico como síntesis cromática.

En este rico ambiente del arco tendido tras la lluvia encontramos muchas de las características del haiku: frescura, naturaleza, sensación, color, vida... Y el haiku es a su vez un camino de conocimiento hacia el disfrute de esos mismos valores. Mi amigo Jesús Montero y yo hemos tenido el arrojo de planear esta pequeña antología, y en ella hemos querido añadir cierto colorido musical a nuestros poemitas, buscando su traducción a varias lenguas. Ante todo al japonés, lengua fuente en la creación y el desarrollo del haiku. En segundo lugar al latín, lengua madre de nuestro español y de las lenguas románicas en general. También al inglés y al italiano, como representantes respectivamente de las lenguas germánicas y de las otras románicas.

Como además compartimos aficiones pictóricas, hemos decidido que cada uno va a acompañar sus haikus con cuadritos pintados por él mismo.

En los luminosos colores del arco iris vuela nuestro haiku en polifonía de idiomas, esperando que para el lector que camina por la vida sea una sorpresa grata encontrárselo.