Introducción Un amigo poeta, Julio Vélez, de Morón de la Frontera, empezaba uno de sus poemas con la siguiente frase: "He tocado los frutos del árbol prohibido". Y yo quiero hacer míos los versos del poeta, para expresar que me siento escanciador de vinos ajenos, al compartir con el Prof. Rodríguez-Izquierdo Gavala la autoría y edición de este libro.
Yo quisiera que su lectura os pudiera transmitir esto: cómo lo simple, lo cotidiano, y cada momento de la vida... no sólo es un acontecimiento rutinario y trivial, sino un eslabón esencial en la historia del universo. Me gustaría que estos haikus os transmitieran, amigos lectores, la inducción empática de su resonancia interior. Ojalá que tanto lo que dicen como lo que silencian os permitan percibir el viento de su mensaje, su cómo y su porqué, y todo ello generando ilusión y asombro. Yo también me he llenado de ilusión y asombro al comprobar mi osadía cuando he escrito estos pequeños poemas, que -por cierto- me han producido una honda satisfacción espiritual.
Para mí la poesía del haiku se ha convertido en una forma especial de pensar, y en un ejercicio continuo de ultra-observación, que me hace sentir ese milagro a cada instante producido y renovado de la existencia en el entorno que nos rodea.
La filosofía del mensaje entrañado por el haiku me ha hecho cambiar la forma de mirar, interpretar y captar, que son actos en apariencia rutinarios, pero plenos verdaderamente de significación y vida.
Me gustaría que este libro os transmitiese el goce que supone la observación de vivir en cada momento una instantánea del eslabón cósmico que aparece ante nuestros ojos. La gota de agua que se desliza por una hoja, la nube que oscurece el prado o el grillo que canta son hechos de tal trascendencia que no suelen llegar a calar en nuestros sentimientos, porque solo nos quedamos con la observación rutinaria de su apariencia.
El poeta de haiku, así como el lector avezado, saben que lo importante no es que el grillo cante, o la nube produzca sombra, sino "qué es eso tan grande que hace que el grillo o la nube griten su presencia en la órbita de la vida".
El placer que supone la observación de hechos corrientes que nos rodean, y el contemplar el milagro continuo de la creación en cada minúsculo y vulgar acontecimiento, es algo que nos gustaría transmitir, en un afán de entusiasta proselitismo. Porque creo sinceramente que todo ser humano tiene derecho a disfrutar del íntimo mensaje que en cada momento de su vida le está proporcionando la contemplación de su natural entorno.
Jesús Montero Marchena
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